También conocida como "Enfermedad de Rubarth", la Hepatitis Infecciosa Canina está producida por el adenovirus tipo I, un virus ADN bicatenario no encapsulado de la familia Adenoviridae. Este adenovirus induce la enfermedad en cánidos domésticos, salvajes y en osos. Es resistente a la mayoría de desinfectantes (excepto a los derivados del amonio cuaternario), pudiendo permanecer en el medio ambiente días e, incluso, meses.
El virus se excreta por heces y orina (principalmente por orina por donde puede excretarse durante meses después de la infección) y la transmisión es vía oral. Afecta directamente a hígado, ojos y riñón de modo que, si la respuesta inmune del hospedador (en este caso, el perro) es insuficiente, aparecerán los síntomas clínicos normalmente entre 7-10 días tras la exposición.
Al igual que en otras virosis, la presentación clínica dependerá en gran medida de la respuesta inmunitaria del animal, de tal modo que si la respuesta inmune es suficiente puede pasar como una simple fiebre, malestar abdominal, letargo y recuperación en 5-7 días. Por el contrario, en cachorros de menos de 2 semanas de edad que no han tomado el calostro, la mortalidad puede llegar a ser del 100% (por muerte súbita generalmente) y en cachorros mayores de 2 semanas, en torno al 10-30%.
Otros síntomas con los que nos podemos encontrar son hepatomegalia, ictericia (no muy frecuente a pesar de la necrosis hepática), alteraciones en la coagulación (CID, petequias, equimosis) o hepatitis crónica.
La aparición del denominado "Ojo Azul" no es más que un edema de córnea por una reacción de hipersensibillidad tipo III.
La única forma de controlar esta enfermedad, al igual que otras virosis, es evitar que la padezcan las mascotas y, para ello, es necesario seguir una CORRECTA PAUTA DE VACUNACIÓN. Será el veterinario en cada caso quien instaure la pauta de vacunación apropiada.