La leptospirosis es una enfermedad ZOONÓTICA (se transmite entre animales y personas) de importancia mundial producida por diferentes serovariedades de Leptospira, bacterias flexibles, filamentosas, con forma de hélice y que terminan en un pequeño gancho. Se han identificado más de 200 serotipos dentro del complejo Leptospira interrogans, siendo las de mayor importancia en perros la serovariedad canicola e icterohemorragiae.
La transmisión directa se da a través de la orina, mordiscos, vía venérea, transmisión fetal o ingestión de tejidos infectados, aunque la principal vía de transmisión directa sea la orina. Un perro recuperado de la enfermedad seguirá excretando el microorganismo por orina durante meses o años tras la infección ya que se mantiene acantonado en los túbulos renales.
La transmisión indirecta es la más frecuente y se produce a través de la exposición de animales vulnerables a medios contaminados (comida, agua, suelo o cama), siendo el agua el mecanismo más común de diseminación del microorganismo ya que se mantiene muy bien en aguas cálidas de tránsito lento y estancadas. En estos casos, el microorganismo infecta al hospedador (en este caso, el perro o nosotros mismos) a través de heridas en la piel o mucosas intactas.
Tanto la gravedad de los signos clínicos como la rapidez en la recuperación depende de la respuesta inmune del hospedador: conforme aumentan los anticuerpos séricos, el microorganismo se elimina de la mayoría de tejidos, excepto de los riñones, donde se mantiene durante mucho más tiempo.
Los perros jóvenes (menos de 6 meses) se ven afectados con mayor intensidad y desarrollan más signos de disfunción hepática en cualquier brote de la enfermedad.
La mayoría de las infecciones pasan desapercibidas. En la infección aguda hemorrágica aparece fiebre, postración, hemorragias y muerte; mientras que en la aguda ictérica (daño hepático grave) aparece ictericia, fiebre y orina y heces sanguinolentas. Ambas se asocian a la serovariedad icterohemorragiae.
En aquellos casos en los que los síntomas clínicos no han sido evidentes o graves y el animal se recupera, suele persistir el daño renal por una nefritis intersticial crónica debido a la persistencia del agente infeccioso en las células de los túbulos renales. En tal caso aparece uremia, vómitos, diarrea, poliuria, etc.
El problema de esta enfermedad es que, además de transmitirse a los humanos, los principales reservorios son los mamíferos silvestres, fundamentalmente los roedores, por lo que en ese sentido es muy difícil de controlar.
Para evitarlo, es necesario seguir una CORRECTA PAUTA DE VACUNACIÓN y seguir uns hábitos higiénicos adecuados, como evitar la presencia de roedores en las perreras, mantener las condiciones ambientales adecuadas para que no proliferen los microorganismos y aislar a los animales enfermos.
LA LEPTOSPIROSIS COMO ENFERMEDAD ZOONÓTICA
La mayoría de infecciones por Leptospira en personas se relaciona con actividades acuáticas, bien sean laborales o de ocio ya que la bacteria es capaz de llegar al hospedador bien a través de heridas o de la mucosa intacta (oral, conjuntival, etc). En algunos brotes se producen infecciones simultáneas de perros y seres humanos.
Los humanos también podemos infectarnos a partir de la orina de perros que sufran la infección, de ahí la importancia de trabajar con guantes y mascarilla a la hora de manipular la orina de éstos animales.